"trileros del tapete"
apreciado sr. director:
entenderá que, por la gravedad del asunto difundido en estas líneas, mantenga una identidad anónima (e.p.b.) a fin de protegerme de futuras represalias.
hará cosa de unas seiscientas cuarenta semanas (el miedo me ha impedido denunciarlo hasta ahora), me encontraba en el pub musical xenon de l'espluga de francolí jugando al billar junto a unos amigos inmersos en un ambiente de noble camaradería y ociosidad.
al rato entraron en el pub antes citado unos individuos con indisimulado aspecto de haber consumido demasiado vino durante la cena. sin mediar otra palabra que la críptica petición de consumiciones a la camarera del local (set carnalfornes amb gel, si-us-plau!) rodearon la mesa de billar, depositaron una moneda de cien pesetas en uno de los laterales y centraron sus miradas en lo que sucedía encima del verde tapete sin aparentar excesiva impaciencia.
a mor de ser sincero, debo confesar que el billar no se encuentra entre los juegos en los que mis amigos y yo nos mostramos más diestros. no obstante, y una vez introducidas todas las bolas de colores en los orificios, sólo restaba colar la bola negra para finalizar nuestra amena partida.
el emboque definitivo, que se demoraba unos minutillos por nuestra falta de práctica, no parecía preocupar en exceso a los individuos ...
el más alto se entretenía dando giros de 360 grados a un vaso de cerveza retando las leyes de la gravedad. otro, de aspecto pasadillo, bebía estoicamente su copa con la mirada perdida en un punto indefinido del horizonte. el calvete explicaba un ininteligible chiste de una tal maría primaveras al más corpulento mientras éste, a la vez, miraba el falso techo del local como con ganas de golpearlo con el puño. el rubio, casi albino, se entretenía jugando en el pinball mientras el canosete de pantalones japan silbaba absorto en un rincón la canción de tarzan boy.
sólo el séptimo, de tez aceitunada, pelo negro y cara alargada, focalizaba desde un taburete toda su atención en los estériles golpes de la bola blanca a la negra, consultando cada vez con más frecuencia el reloj y haciendo tintinear nerviosamente sus dedos en el vaso de tubo.
tras aproximadamente unos veinte minutos de espera en el taburete mirando el reloj y tintieando, las miradas de este último empezaron a cobrar cierto aire inquisitorial e, incluso, me atrevería a decir que amenazante. la bola negra seguía ahí; sin colarse.
analizado con la perspectiva de estos casi doce años, recuerdo la estratégica puesta en escena final de la "banda" como si sucediera ahora mismo. al alto se le cayó en uno de sus giros la cerveza al suelo mientras el de la mirada perdida empezaba a gritar fueeeeeeeeet, fueeeeeeeet. el final del chiste (pa, digue'm pa perquè el pito me l'he deixat a la tanca) quedó enmudecido por el demoledor puñetazo en el falso techo, la ensordecedora falta en el pinball y el tarareo tarzanístico del uooooooooooo oo ooo. era imposible no abstraerse contemplando esa espectacular ceremonia de la confusión.
confusión aprovechada, evidentemente, para que el personaje de tez aceitunada, pelo negro y cara alargada se levantara parsimoniosamente de su taburete y, ante nuestras atónitas miradas, cogiera la bola negra introduciéndola en uno de los agujeros con toda la pachorra del mundo. hacer ese gesto e insertar acto seguido los veinte duros para empezar su partida fue todo una.
de nada sirvió que le pidiéramos explicaciones. sólo se limitaba a repetir amenazadoramente "llevávais más de media hora con la puta bola negra" mientras los otros, aún teniendo los tacos en la mano y mantenerse junto a la mesa dispuestos a empezar, disimulaban conocerlo afirmando "nosaltres sóm de reus i a aquest tio no sabem d'ón surt".
si algún día veis entrar en un pub musical a siete personajes parecidos a los aquí descritos; dejad libre la mesa. los trileros del tapete amenazan con volver a actúar próximamente y aún con más virulencia.
e.p.b. (El Pringat del Billar)
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